¡ESTÁN ENFERMOS, PERO NO QUIEREN MEDICARSE!
1 Timoteo 6. 4:
LBLA
“Está envanecido y nada entiende, sino que tiene un interés morboso en discusiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas”.
JBS
“Está envanecido, nada sabe, y enloquece acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, maledicencias, malas sospechas”.
DHH
“Es un orgulloso que no sabe nada. Discutir es en él como una enfermedad; y de ahí vienen envidias, discordias, insultos, desconfianzas”.
NBLA
“Está envanecido y nada entiende, sino que tiene un interés corrompido en discusiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas”.
NBV
“Es un orgulloso y un ignorante; es una persona que tiene el vicio de provocar discusiones que dan lugar a envidias, pleitos, ofensas, desconfianzas”.
NTV
“Cualquiera que enseñe algo diferente es arrogante y le falta entendimiento. Tal persona tiene el deseo enfermizo de cuestionar el significado de cada palabra. Esto provoca discusiones que terminan en celos, divisiones, calumnias y malas sospechas”.
VR
“Está cegado por el orgullo, nada sabe, y padece la enfermedad de cuestiones y disputas acerca de palabras, de las cuales nacen envidias, contiendas, calumnias, malas sospechas”.
¿Bloqueo a hermanos en Cristo? Siempre demostré que esto no es lo natural en la vida de un Remanente de Dios, mucho más que en la vida de la totalidad de los cristianos nominales, sin embargo, desde hace pocos días empecé a hacerlo, pero no en una rabieta, en una actitud carnal, con odio u ofensas, aborrecimiento del otro, malestar, sino justamente por ser Remanente Fiel del Señor, no hay más tiempo que perder, aunque ante una mínima señal de interés en los hermanos, no oso bloquearlo, o si esa actitud viene después, lo recibo de vuelta con mucha alegría y paz.
En algunos artículos futuros, voy a titular “Cuando podemos bloquear a un Hermano” por partes. En esta ocasión me refiero a quienes ESTÁN ENFERMOS, PERO NO QUIEREN MEDICARSE. Pues, cualquiera puede pretender medicar a otro, y precisamente esta es una de las peores enfermedades fatales de los cristianos actuales: Presumir que pueden curar a otros, estando gravemente enfermos espiritualmente, entonces, cualquiera también puede confundirme con uno de ellos. Sin embargo, la medicación que me ofrecen, son mínimas las que nunca las haya practicado, y comúnmente, cuando pasan por mi “laboratorio”, las tengo que desechar por antibíblicas o carnales o infantiles. Usted no puede saber si yo estoy completamente sanado. Entonces, prueba fielmente mis recetas o prescripciones médicas, y verá si provienen de un médico en residencia, o de otro con vasta experiencia y muchas pesquisa laboratorial.
Tengo un amigo pastor, profesor de teología, empresario cristiano, profesional en varias áreas, completamente propio para un psiquiátrico. Sólo le amo y elogio; así, algo aprovecha de lo mío, y puedo verle estable. Tengo un pastor conocido, de Chile en Maringá, Brasil, que es una desgracia. No habla bien ni el español, menos el portugués. Fue divorciado y se casó de nuevo. Fue borracho y mendigo. Ahora trabaja en un oficio sólo para ricos, así que poco consigue. Le di la oportunidad de hacer el curso teológico en PDF, y luego en audios, pero nunca los lee ni me escucha, e insiste en que le dé diploma y credencial. Hace poco consiguió que un “pastor” hecho sólo después de 6 meses que salió de un centro de drogodependientes, y enseguida se ungió apóstol, y le ungió a mi amigo chileno también como apóstol. Otro pastor de aquí, que es muy humilde; era mendigo y artista de calle, y le habían documentado pastor, se aboca a aprender personalmente conmigo, fue reconocido por el IPCM, y es merecedor de nuestra paciencia, aunque hay que enseñarle hasta cómo sentarse. Las hermanas argentinas que se titulan pastoras, otra desgracia. Ni para esclava de un rabino judío, sirven, pero siempre las respeté, pues, aunque a mí no me sirva, son verdaderas madres y compañeras para muchos hermanos en Cristo. Un hermano en Cristo y amigo, su alto cargo en el mundo, le hizo petulante y encajarse en el título de hoy. Un capellán y militar de Argentina a quien se le cae la panza desabotonándole la camisa, me injurió públicamente después de subírsele el humo a la cabeza con el diploma que recibió de nuestro IPCM.
¿Cómo no iría a reconocer que mi práctica de compañero en Cristo, y camarada ministerial, atendiendo solidariamente a los consiervos debía ser limitada, si descubro que darle un volante a un niño se volvió dañino para él mismo, y me afecta a mí? ¿Cómo no cambiar yo, iniciando una etapa en que quien realmente crea que soy un miembro de Cristo necesario en el Cuerpo, me busque? Muy a pesar de sus personas honorables, y condición de hermanos en Cristo siempre, y virtuosos como son en otros aspectos, los identifico hoy como ENFERMOS QUE NO QUIEREN MEDICARSE, citados por Pablo en el versículo lema de este artículo, y tal vez silenciarme para ellos les sirva para reconocer que “pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvados” [Jr. 8. 20]. Mi misión es trabajar con, por y para el Remanente Fiel, y ese adormecimiento espiritual los delata NO REMANENTE, sino “cristianos nominales”.
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